Por Paulina Vodanovic // Contenido publicado en El Mercurio
Mañana expira el plazo para la inscripción de candidaturas a la Convención Constitucional, la elección que marcará las próximas décadas de nuestra democracia. Pasaremos de los eslóganes a la dura realidad de los números y las correlaciones de fuerza. Bajaremos de la nube de las expectativas del 25 de octubre a aquello que nos dará o no la posibilidad de responder al mandato de 5.892.832 personas que votaron por la opción Apruebo.
El alicaído mundo político ha tenido muchas dificultades para interpretar ese mandato, que reúne esperanza por tener mejor calidad de vida, rabia, decepción, preguntas sobre el pacto social o que simplemente respalda un camino de salida a la crisis social y la fatiga institucional. Las listas que se inscriban mañana son un paso esencial para que la voluntad popular termine de expresarse en la votación del 11 de abril. Veremos cuánta generosidad y capacidad de leer al país hay en los partidos políticos.
Como el sistema electoral asigna escaños por lista y, por ende, incentiva el aglutinamiento de fuerzas, se ha ido confirmando la claridad táctica del campo del Rechazo: una sola lista que cubre todas las sensibilidades de la derecha, con espacio para independientes, que sin duda les dará suficientes escaños para oscilar entre un tercio con poder de veto y un 50% con poder real de redacción del nuevo texto constitucional. Vemos a fuerzas políticas que están cumpliendo de sobra con el mandato de los votantes del Rechazo, tal vez más fácil de interpretar, unidas en torno a garantizar que no habrá cambios de fondo a un modelo que los interpreta y beneficia.
Mientras tanto, las fuerzas políticas que hicieron campaña por el Apruebo tienen la difícil tarea de obtener 103 escaños para lograr el quórum que les permita responder a las promesas hechas a la ciudadanía. Es muy simple y se ha dicho en todos los tonos: se anticipa una dura derrota si se inscriben numerosas listas, pues la dispersión de votos hará irrelevante el número de votos acumulados.
Nada, salvo los cálculos individuales que se esconden bajo las máscaras sonrientes, impide un gran acuerdo, con independientes y candidaturas plurales, que entregue al votante del Apruebo el poder de señalar en su interior las posiciones específicas que prefiere. Es cierto que eso implica costos de cupos negociados y renegar de declaraciones grandilocuentes. Pero aunque se sorprendan, ¡esta elección no se trata de los partidos políticos de oposición ni de las hegemonías internas!
Eventualmente, cada partido o movimiento político de oposición podrá saber cuánta gente lo respalda. Pero eso es todo. No es cierto que quedarán mejor perfilados los proyectos de transformación que existen en el progresismo. Tampoco es cierto que más listas movilizarán a más electores: lo que lleva al electorado a las urnas es ver que existe algo importante en juego y con posibilidades reales de lograrlo. La confusión y la dispersión que se instalarán atentan directamente contra estas apuestas.
Sobre todo, no es cierto que más listas den más poder a quienes están por las transformaciones sociales: la dispersión convierte el voto de esa persona en un voto que no se refleja en la composición de la convención y que termina sobrerrepresentando a su antítesis. Puede ser que algunas fuerzas sumen, individualmente, más votos. Que eso se transforme en poder de cambio, nada más falso.Queda poco tiempo, pero mantenemos la esperanza. No hay plazo que no se cumpla, ni deuda que no se pague. Mañana empezarán a caer las máscaras en este baile autorreferente.